Esta frase no es una metáfora ni un título, más o menos afortunado, para un ensayo postmoderno. Es simplemente la constación de un hecho que poco a poco va expandiéndose casi sin darnos cuenta: muchos de los objetos materiales que hasta la fecha nos han acompañado en nuestra experiencia social y cultural están desapareciendo de nuestra vida cotidiana mutándose en una nueva forma de existencia.
Esta reflexión viene a cuento porque este fin de semana, durante tres días, estuve sin conexión a Internet desde mi casa. En las primeras horas no le di importancia. Llamé a mi proveedor del ADSL y al especificar mi número telefónico la máquina me comunicó que era una avería del servidor y que sería subsanada. Durante toda la tarde y parte del viernes seguí sin conexión a Internet. Sin embargo, cuando el sábado por la mañana seguía sin el acceso a Internet empecé a preocuparme. Llamé a algunos colegas para saber si ello también tenían el mismo problema: a todos les funcionaba correctamente. Entonces volví a llamar varias veces a mi proveedor (la compañía Telefónica) y siempre salía una máquina que me daba distintas opciones. Después de varios intentos logré hablar con una persona. Inútil. En unos casos me daba la misma información que ya sabía por la máquina parlante -era una avería en la que estaban trabajando operarios de la compañía-, en otros casos esa persona me decía que no era su departamento y me remitía a otro número telefónico. El domingo seguía sin conexión a Internet y mi desesperación ya adoptaba tintes de cabreo. No era normal que una avería durara tres días. Por lo que me planteé dirigirme directamente, al día siguiente, a una oficina de la compañía en mi localidad y hablar directamente con una persona. Busqué, busqué, pero ¡¡¡¡sorpresa!!!!, la mayor compañía de telecomunicaciones de mi país, con cientos de miles de clientes NO TIENE OFICINAS en espacios físicos para atender a sus usuarios. Todo es a través de comunicación oral bien con una máquina parlanchina o (con dificultades) con una persona que solo sabe atender y resolver la tarea concreta que tiene encomendada. Si le preguntas por algo que no entra en su repertorio, actúa como la máquina. Las oficinas ubicadas en un edificio a las que dirigirse para plantear dudas o resolver problemas están desapareciendo.
Esto me hizo recordar otro hecho: en mi ciudad ya no hay salas cinematográficas (están en las afueras en multicentros comerciales). Pero tampoco hay tiendas de venta de discos. La última cerró la semana pasada. Era inevitable. La música grabada en cintas de cassette o en discos es quizás uno de los fenómenos más evidentes de la "desaparición" de objetos físicos o materiales cotidianos. Cuando la semana pasada entré en esa última tienda de discos me acompañaba mi hija, y le dije, sin que ella le diera mucha importancia ni que lo entendiera, que estaba asistiendo al final de una época. Compré dos discos en CD a precio de saldo -a un euro cada uno-, y le comenté: cuando tenía tu edad una tienda de discos era un espacio de rebeldía, fascinación y magia. Me miró extrañada como si le hablara de un tiempo desvanecido.
También están desapareciendo los billetes, boletos o tickets de avión. Ahora son electrónicos. No existen en soporte papel. El dinero, tanto en formao moneda o billete, también está desapareciendo. Piensen en los grandes movimientos de capital que ocurren diariamente en el sistema financiero internacional: se compran acciones, empresas, se conceden o pagan hipotecas..., pero sin que existan bolsas o maletas cargadas de monedas. Son órdenes electrónicas de trasacciones digitales entre unas entidades bancarias y otras. Lo mismo sucede en pequeña escala en nuestra vida cotidiana. No cobramos nuestro salario en billetes, sino que lo ingresan en nuestra cuenta: son dígitos numéricos que indican la cantidad que podemos gastar. No pagamos en los hoteles, en las tiendas, en los restaurantes, ... con dinero físico, sino con tarjeta electrónica.
¿Cuanto hace que no escribes una carta personal en papel, con caligrafía manuscrita? Yo, hace años, era un asiduo lector y redactor de textos remitidos en un sobre con matasellos enviado a través de una oficina postal. Confieso que me emocionaba al llegar a casa y encontrar un sobre en el que figuraba mi nombre escrito a mano por una persona amiga. Confieso mi ansiedad cuando abría aquella carta esperando el momento oportuno y mis ojos recorrían las frases que brotaban durante su lectura. Confiero mi sufrimiento cuando me enfrentaba al folio en blanco para escribir a ese amigo, novia o persona querida y no encontraba las palabras oportunas. Hace ya mucho tiempo que no escribo una carta en papel. Solamente en mi buzón de casa llegan los extractos del banco y la propaganda.
Las fotografías también están desapareciendo. Sí, es cierto que todavía quedan tiendas de impresión de fotos digitales y que exiten muchos clientes que necesitan ver las fotos en papel. Pero es un soporte que poco a poco irá desapareciendo, como les pasa a los periódicos, a las revistas, a los libros.......... Y supongo, como ya he escrito repetidas veces en este blog, que los textos escolares también dejarán de estar impresos para convertirse en bits distribuidos a través de ficheros digitales.
Están desapareciendo la versión "física" de muchos objetos de nuestra existencia: oficinas, cartas, dinero, libros, fotografías, discos, ... pero éstos siguen siendo parte de lo cotidiano adoptando una nueva textura. Hace ya algunos años atrás ya lo anunciaron los visionarios de los nuevos tiempos: dejamos de vivir en un mundo de átomos para asistir al nacimiento de una realidad digital.
La fotografía que acompaña este post está tomada de http://www.flickr.com/photos/kartojac/2096997304/
3 comentarios:
Al leer su disertación no dejé de sentir nostalgia.Un día de estos conocí a un señor de 85 años que estudió mecánica por correspondencia en los años 60 y hablábamos casualmente de la diferencia de la educación a distancia en esas épocas a la que tenemos hoy, apoyada en herramientas tecnológicas que superan el tiempo y el espacio. Casi nos convierte en teletransportadores.Podemos estar en varios lugares a la vez, aunque no sea físicamente,
Estoy totalmente de acuerdo con lo leído anteriormente, ya que, cada día vamos entregando menos importancia a cosas que alguna vez nos fueron infalibles; como por ejemplo el reloj de pulsera, antes nadie podía vivir si el y ahora ya casi nadie tiene uno, vemos la hora en el celular, además de sacar fotos, escuchar música, agendar nuestras actividades, conectarse a internet y obviamente comunicarnos con otras personas. Es decir si antes hubieramos querido poder hacer todas estas cosas, en nuestro bolso debimos andar trayendo, la camara, el diskman o personal, la cámara fotográfica, un notebook o pc y un teléfono, entre otras cosas.Aunque no todo siempre es tan maravilloso , por que ganamos comodidad, pero si se nos pierde u olvida un simple aparatito nos sentimos absolutamente desorientados.
Muchas gracias por la valiosa información, buen día, saludos cordiales.
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