Me encanta estar conectado. Necesito mi
dosis diaria de conexión, entre otras razones, porque las TIC están
permitiendo que independientemente del lugar donde esté y del momento
del día pueda mantener un fluido intercambio de mensajes con otros,
buscar aquella información que preciso, consultar las noticias, trabajar
o disfrutar con un videoclip. Me gusta tener conexión plena, permanente
e ininterrumpida de forma me sienta un sujeto ubicuo. La única
condición necesaria es estar conectado al ciberespacio mediante el
artefacto o gadget tecnológico oportuno –sea el smartphone, la tableta o el ordenador personal. Incluso ya se ha inventado el concepto de wearable technology o tecnología que va pegada a nuestro cuerpo de forma permanente como la ropa, un reloj o unas gafas.
Sin embargo, la hiperconectividad satura
y, en ocasiones, genera problemas. Por ello, es muy relevante y
necesario aprender a seleccionar los tiempos de desconexión. Puede
parecer fácil, pero en los tiempos actuales no lo es. La desconexión
significa renunciar a dar prioridad a la comunicación digital. Significa
otorgar a la máquina un papel secundario respecto a las personas con
las que estamos presencialmente. Y casi nunca lo hacemos. Fijémonos en
las conductas cotidianas con nuestros móviles, tabletas o PC. Cuando
estamos conversando con alguien y suena el aviso de un mensaje atendemos
inmediatamente a la pantalla. Cuando entramos en un avión lo último que
hacemos es apagar el teléfono (porque nos obligan), y lo primero que
hacemos, antes de salir de la aeronave, es encender nuestro smartphone.
De forma habitual se producen situaciones donde el uso de la tecnología
es disfuncional socialmente, incluso maleducada. Recuerdo que en la
celebración de una oposición en un concurso a cátedra universitaria,
tres de los cinco miembros del tribunal estaban más atentos y
preocupados por el aparato tecnológico con el que estaban conectados que
con la exposición que realizaba la persona opositora. En otra ocasión
cenando con unos amigos, uno de los comensales fue recriminado porque su
dedicación al teléfono móvil era tan abrumadora que nos hizo sentir
incómodos y ninguneados a quienes allí estábamos.
La desconexión voluntaria, intencional o consciente tal como la sugiero es asumir o participar en la filosofía del denominado movimiento slow.
Desde hace unos años se está reivindicando una desaceleración del
frenético y estandarizado modo de vida urbana que básicamente consiste
en defender un estilo de existencia vital más sosegado, tranquilo y
humanizado en busca de mayor bienestar y equilibrio personal. Así por
ejemplo, en la comida (frente al fast food o alimento macdonalizado) ha surgido el concepto slow food de cocina lenta, placentera y diversificada, en el campo de la moda el slow fashion, o en el ámbito del urbanismo el concepto cittaslow.
De modo similar a este planteamiento han empezado a surgir voces que
reclaman que tenemos que aprender a seleccionar los tiempos de conexión y
desconexión a la tecnología. Es lo que empieza a configurarse como el
movimiento slow tech y que cuenta incluso con un día de la desconexión o “unplugging day”. De modo similar hay voces que reclaman unos slow media o “medios de comunicación lentos” como Arianna Huffington o el The Wall Street Journal. También pueden encontrarse más opiniones en distintas entradas a blogs y otros artículos.
La capacidad para tomar decisiones
intencionales para realizar un uso consciente y crítico de la tecnología
no surge espontáneamente. Esta competencia necesita ser educada.
Requiere de una persona con conocimientos tecnológicos básicos, con un
acerbo cultural sólido, con una identidad plena y equilibrada de sí
mismo y que disponga de valores y principios anclados en la ética
democrática. Por ello, considero que en el contexto de la educación
escolar así como en la educación informal desarrollada en el contexto de
los hogares hay que “educar para la desconexión”, para que un niño o
adolescente aprenda a controlar el uso que realiza de la tecnología, y
no al revés. Todo ello sería parte de lo que conocemos como
alfabetización o competencia digital.
Por una parte, hemos de educar para
tomar conciencia de que vivimos en una sociedad donde estamos sometidos
al control, observación y espionaje de todos nuestros datos digitales
(de los cuales se apropian las empresas para su comercialización y venta
a otras empresas, o que utilizan sin recato los poderes gubernamentales
bajo el paraguas de la seguridad), por lo que cualquier ciudadano debe
saber que solamente las actividades que realizamos sin conectividad
conservan la posibilidad de ser privadas. Desconectarse conscientemente,
en consecuencia, también es evitar la vigilancia y el control
permanentes y por tanto hacer uso pleno de la libertad como ciudadano y
sujeto.
Por otra parte, la filosofía de la desconexión, del unppluging o slow tech
significa reclamar tiempos y espacios privados e íntimos en el quehacer
diario para atender a los demás, y también a uno mismo. Ello redundará
seguramente en aprender a disfrutar y focalizar la atención en las
experiencias sensitivas que nos proporcionan los objetos, los paisajes,
las personas, o los acontecimientos que nos rodean y que son próximos.
La desconexión consciente es aprender a recuperar el placer de lo
empírico, de lo cercano, de lo sensorial. Es otorgar prioridad, al menos
por un periodo de tiempo concreto de unas horas o unos días, a nuestras
vivencias como sujetos inmersos en un medioambiente o ecosistema
natural. Es recuperar, en definitiva, la materialidad de lo que nos
rodea y sentirnos parte de un mundo formado por átomos y no solo por
bits.
Este post lo escribí y fue publicado para el blog "Traspasando la línea" de EL PAÍS y que coordina Albert Sangrá. Puedes acceder al texto original
17 comentarios:
De acuerdo, Manuel; difícil pero necesario.
Uniendo a lo del slow food, me resulta curioso, y en no pocas ocasiones, la insistencia en fotografiar platos en restaurantes y compartir esas fotos en la Red, casi más que en degustarlos y disfrutarlos.
Lo que se llama adicción...adiccción, es algo que está, desde mi punto de vista, más relacionado con la personalidad y las características del individuo que con las propias TIC. De hecho, la compulsividad se manifiesta en muchos otros aspectos. Ahora bien, es indudable que las TIC han irrumpido con unas características propias que le confieren un peso específicos en todas las facetas de la vida, no habiendo transcurrido el tiempo suficiente para madurar la graduación de su impacto en la vida personal y comunitaria de los ciudadanos. Y, en eso, la educación tiene un papel fundamental. Es necesario proporcionar al individuo recursos para poder "consumir" las TIC de una manera equilibrada y en función de si mismo.
Realmente interesante. De hecho, hay algunos puntos que traté recientemente en mi "Decálogo sobre Whatsapp":
http://leonidasarjona.blogspot.com.es/2014/01/decalogo-de-whatsapp.html
Debemos desconectar para poder seguir conectados de forma sana y educada.
¡Saludos!
En el elogio a la desconexión consiente, con el autor nos remitimos a la palabra elogio, como el elogio a la locura de Erasmo de Róterdam o el elogio a la madrastra de nuestro nobel Vargas Llosa, una metáfora que en el articulo nos invitan a una reflexión profunda de nuestro ser en la vida en la sociedad de la información; muestra la fuerza de los colosos que luchan entre la homogeneidad y la heterogeneidad, entre lo único y lo diverso, donde el pensamiento único establece formas de vivir en la sociedad del consumo La uniformización, la estandarización, la homogenización del comercio global; contra la supervivencia de lo diverso; mi ser único, mi proyecto vital ahogado en la unicidad, distinto a la expresión de la diversidad, donde nace la creatividad y la innovación. El ciclo vital nos indica espacios de descanso desconectados de todas las redes, y además de sus energías físicas, ondas, magnetismo, elementos químicos contaminantes, sin hablar de la basura nuclear, los ciudadanos digitales debemos colocar un freno consiente al uso desenfrenado de las tecnologías y disfrutar la magia de la vida y sus encantos e incertidumbres en un universo altamente complejo
Felicitaciones.
Debemos relacionarnos de distintas formas, no solamente por medio de un mecanismos.
Gracias por el aporte
Estoy de acuerdo en que a muchísima gente le cuesta bastante desconectarse de la red y que ciertamente podría considerarse un elogio que dejen el móvil por un momento para prestar atención a una conversación mantenida con otras personas, lo cual casi nunca sucede. He visto a muchisimos adolescentes quedar con sus amigos, estar todos sentados en la misma mesa con sus tazas de café y aun así estar cada cual con su móvil hablando con otras personas en lugar de comunicarse entre ellos. Es casi chocante que se haya llegado a este punto y por ello considero importante que las personas aprendan a que hay tiempo en los que deben disfrutar con otras personas y valorarlos lo suficiente como para dejar el móvil a un lado.
Realmente no necesitamos una dosis de conexión al día, sino todo lo contrario, un buen rato de desconexión al día, porque parece que nuestra vida y nuestros actos más usuales y cotidianos vienen dictados por el uso que hacemos de las tecnologías.
La personalidad digital ha tomado distancia con la física, parece que lo que vivimos pierde sentido o valor, si no se expone abiertamente en el mundo digital. Mostrar para vivir. Como expuso Daniel Innerarity en una conferencia, somos usuarios sumisos, ya que manejamos variados instrumentos mediadores que no llegamos a comprender, liberados por tanto de tener que pensar, y gozando tal vez, de un enorme incremento de la libertad que nos concede paradójicamente esta sumisión.
En su artículo expone la necesidad de tomar decisiones intencionales en el uso crítico y consciente de la tecnología, y que para ello es preciso contar con un acerbo cultural, una identidad plena y equilibrada, etc. Pero la pregunta sería, ¿cómo lograr esto, cuándo los jóvenes conforman su personalidad desde la realidad digital, donde los placeres son inmediatos, no hay esfuerzo, y cada vez se separa más de la realidad formada por átomos? A lo habría que sumar el desconocimiento por parte de los padres de las ventajas y de los problemas de las nuevas tecnologías, frente a las que ellos también han sucumbido sin las competencias precisas. Tal vez los jóvenes no asumen el concepto de privacidad como lo hacemos nosotros, quizá privacidad signifique para ellos “inexistencia”. Es posible que los comportamientos adictivos que muestran la mayoría de los adolescentes hacia las tecnologías, sean independientes de los instrumentos tecnológicos, pero sin duda influyen en su desarrollo y expansión en jóvenes y no tan jóvenes.
Como algunos autores y filósofos sugieren, una de las principales metas en la educación y las TIC, sería el aprendizaje de una buena gestión de la atención y de los tiempos, y de la de la capacidad para seleccionar la información, olvidando eficazmente lo innecesario.
Es necesario trabajar por el slow tech o la desconexión, para evitar que esta libertad paradójica en la que vivimos no se convierta en un muestrario de enfermedades psíquicas.
El blog me carga algo lento, pero da igual, esto no es muy relevante, al final me ha cargado muy bien. Queria dar a concoer mi opinion, y es que creo que las principales metas en la educacion, es permitirle al ser humano aprender a sobrevivir en este mundo.
Es duro, pero es posible!
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