Los objetos culturales que fueron creados a lo largo del siglo XX (las publicaciones impresas, las salas cinematográficas, los discos y cassettes, los rollos fotográficos, los videotapes, etc.) están desapareciendo. Han dejado de ser útiles. Las TIC han provocado, o al menos, han acelerado una revolución de amplio alcance en nuestra civilización que gira en torno a los mecanismos de producción, almacenamiento, difusión y acceso a la información; al intercambio de los flujos comunicativos entre las personas; y a las formas expresivas y de representación de la cultura y el conocimiento. Los nuevos tiempos han traído a nuevos actores que están cambiando la experiencia cultural. Internet, la telefonía móvil, los videojuegos y demás artilugios de la sociedad digital está cambiando nuestra experiencia en múltiples aspectos de nuestra vida: en el ocio, en las comunicaciones personales, en el trabajo, etc. Lo digital es una experiencia líquida bien diferenciada de la experiencia de consumo y adquisición de la cultura sólida y, en consecuencia, precisa de otros enfoques y modelos de educativos para formar o alfabetizar en la cultura del nuevo siglo.
Hablar de lo sólido y lo líquido (Baumman, 2000) es una forma literaria, metafórica, de caracterizar los procesos de cambio sociocultural que se están produciendo en la actualidad y que son provocados, entre otras razones, por la omnipresencia de las tecnologías de la información y comunicación. La metáfora nos sugiere que el tiempo actual –su cultura digital- es un fluido de producción de información y conocimiento inestable, en permanente cambio, en constante transformación, como contraposición a la producción cultural desarrollada –principalmente en Occidente a lo largo de los siglos XIX y XX- donde primó la estabilidad e inalterabilidad de lo físico, de lo material, de lo sólido.
¿Qué quiere decir o que significados implica esta metáfora de la desaparición de la culura sólida?
En primer lugar, podemos decir que la cultura de estos dos últimos siglos era sólida porque existían certezas o conocimientos estables que se transmitían de una generación a otra sin que hubiera cuestionamientos o replanteamientos relevantes de la misma. Era conocimiento sólido, porque su transformación era un proceso que requería muchos años y su generalización hasta convertirse en hegemónico tardaba varias décadas. Era la solidez de las verdades –bien reveladas, bien razonadas- frente a la ligereza o relativismo de las opiniones. El conocimiento generado en tiempos decimonónicos se basada en la certidumbre, en la seguridad de poseer la razón de los argumentos, en la certeza de ser una civilización superior.
En segundo lugar, que la información era guardada y almacenada en soportes físicos, es decir, en un objeto sólido. Por ejemplo, en los libros, cuadernos, legajos o cualquier otro soporte de papel. Con el paso de los años se crearon otros soportes como las películas, las cintas, los discos de vinilo o de CDROM. La información era algo físico, o al menos, estaba vinculada indisociablemente a lo material, a los átomos que constituyen el producto cultural. Ello supuso, entre otras cuestiones, que surgiera una industria cultural que producía, en gran escala, dichos soportes y que requería un alto coste económico tanto para su fabricación como para su distribución. El autor o creador de la información necesitaba de forma ineludible de fabricantes de estos objetos culturales sólidos si quería que la misma llegara al público. El escritor necesitaba de la editorial, el músico de la discográfica, y el cineasta de la productora.
En tercer lugar, el proceso de creación, producción y difusión de la obra cultural era lento, y requería un tiempo largo desde la idea inicial hasta su difusión al gran público. La cultura era sólida porque adoptaba el formato de obra cerrada, definitiva, inalterable. Producir cultura, fuera en su versión libro, obra musical o audiovisual, era un proceso que consumía mucho tiempo y esfuerzo no sólo intelectual, sino también organizativo, logístico y económico, y por ello, cuando se generaba la obra ésta ya, difícilmente, podría ser modificada, revisada, rehecha, o transformada. Evidentemente, en el ámbito de lo impreso, existe el concepto de “edición revisada”, o de nuevas versiones grabadas de una canción, pero lo sustantivo o fundamental de la obra sigue intacto.
En cuarto lugar, podemos sugerir que este tipo de cultura de lo sólido utilizó dos instituciones para su conservación y difusión las cuales cumplieron –de modo más o menos concertado- su papel reproductor. Fueron las bibliotecas y el sistema educativo (tanto el escolar como el universitario). Por una parte, elevaron a canon cultural de referencia al libro, el cual se convirtió, en el objeto cultural reverenciado. Por otra, enfatizaron su función guardadora de las esencias culturales del pasado para transmitírselas a las generaciones futuras. Las bibliotecas y las escuelas han sido dos instituciones sociales que se han necesitado, que se han complementado mutuamente. Las bibliotecas ofrecían los libros y las escuelas formaban a los lectores. Las bibliotecas, sobre todo las públicas, democratizaban el acceso a las obras impresas, y las escuelas democratizaban la alfabetización, es decir, la adquisición de las competencias y habilidades de acceso al conocimiento simbólicamente codificado en los libros.
CONTINUA.....
El texto anterior es un extracto de la conferencia titulada Del conocimiento sólido a la cultura líquida: nuevas alfabetizaciones ante la Web 2.0 que voy a impartir en las 19ª JORNADAS DE BIBLIOTECAS INFANTILES, JUVENILES Y ESCOLARES (Salamanca, 2-3 de junio 2011) cuyo lema o eje de trabajo es: Bibliotecas y escuelas participativas: ¿qué va a pasar en el universo 2.0? organizadas por la Fundación Germán Sáchez Ruipérez.
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